En el día de la Prensa, rescatando a Camilo Henríquez González: Entre la realidad, leyenda y mito

  • El investigador histórico valdiviano y conocido periodista Abel Manríquez Machuca, da respuesta a interrogantes en torno a lo que fue y no fue el valdiviano más ilustre que tomó parte en la Independencia de Chile.
  • Con franqueza y acuciosidad, en años de interés en el personaje, ha ido desentrañando una visión –que él estima- más real y cierta de Camilo Henríquez, transparentando los mitos en torno a su existencia.

– ¿Qué lo motiva a estudiar a este gran personaje don Abel?

Tengo el síndrome de periodista. Un interés por todo, de los hechos y sus protagonistas, particularmente lo chileno. Por supuesto me apasiona lo de Valdivia, vivo aquí. Realizar investigación histórica me es estimulante, a ratos una pasión poco menos que adictiva, que disfrutamos. Cuando encuentro un “hilo de la madeja” o la “aguja en el pajar”, una verdad y ojalá certeza, es un premio mayor.

Desde lo personal, lo relevante con Don Camilo Henríquez González, es que tiene que ver conmigo y mi profesión, pues fue, entre varias grandes acciones suyas, el primer redactor de prensa chileno.

En cuanto a ciudadano de Valdivia, la circunstancia de un personaje nacido aquí, que tuvo participación notable en el proceso de la independencia y emancipación nacional. Es el personaje, de nacimiento local, de rol más destacado en ese período histórico de Chile.

-¿Es una dedicación reciente o antigua en usted?

Creo que me interesé desde mi primera celebración de Día de la Prensa, el 13 de febrero de 1977, invitado por los miembros del Colegio de Periodistas de la zona de Magallanes. Estaba haciendo mi práctica profesional en el diario La Prensa Austral de Punta Arenas. Fue un acto discreto (eran tiempos sin reuniones públicas), casi más como un Día del Periodista. En ese momento, se comentó la aparición de la “Aurora de Chile”, primer órgano de prensa en la historia de nuestro país, y se mencionó a Camilo Henríquez aunque poco.

Y ocurrió algo de añadidura, poco después. Desde el 1° de noviembre del mismo año, ya convertido en profesional (titulado en la Universidad de Chile), me trasladé desde Santiago a Valdivia como flamante periodista (el único) de la Universidad Austral de Chile, la que tenía más de 5.000 estudiantes. En la Plaza de la República conocí el busto de Camilo Henríquez, orgullo local. Los colegas valdivianos, del entonces diario “El Correo de Valdivia”, mantenían la tradición conmemorativa del Día de la Prensa en nexo con su estatua en nuestro paseo central.

Años más tarde, me vino como un desafío  al darme cuenta que algunos antecedentes de su vida eran distintos a lo que se difundía o los presentía exagerados.

EL DEBER SER

-¿Qué aspecto le impresiona más de este ilustre valdiviano?

Por encima de lo conocido y reiterado, me atrae mayormente su consecuencia. La relación total entre pensamiento y acción, su “deber ser” invariable. Ejemplo notable. En nuestro presente, nos vendrían excelentes varios “Camilos” contemporáneos, ya que pasamos por un período en que todo se relativiza y se “normaliza”.

Vaya que fue alguien consecuente Camilo Henríquez. Siendo inicialmente fraile, se fue, en su conciencia primero, nada menos, que contra la Iglesia en fuerte crítica a lo establecido y por el nexo directo de ella con la monarquía dominante. Apasionado y decidido, luego, pura y simplemente, renunciaría a ser religioso.

En otro veta, su rebeldía la canalizó hacia propuestas y acciones, enfocado también en ser constructivo. Recordamos que enterado de los primeros pasos de Independencia en Chile, “rajó” desde Quito, Ecuador, para ser parte en el proceso de su país. En la práctica abandonó  lo que había sido su vida hasta tal instante.

¿FRAY CAMILO?

Usted ha escrito y hablado de leyendas, mitos y errores  sobre Camilo Henríquez, fraile y no tan fraile, ¿cuáles son?

Existen unos de nivel local y otros nacionales.

Se le menciona y retrata con insistencia como “Fray Camilo Henríquez”, remarcando la condición de monje, de “curita”.

Se transmite, así,  la idea de haber sido un fiel participante y representante de la Iglesia en la Independencia de Chile. No es tal. Hay dos Camilo Henríquez que convergen en uno solo. El que fue fraile, abordado y encarcelado por la Inquisición debido a sus intensas lecturas herejes de los enciclopedistas (grave delito eclesial y secular), crítico y disconforme; y el mismo que se apartó, de raíz de la Iglesia por su propia voluntad.

Decidió ser apóstata (desertor, renegado), abandonando formalmente el sacerdocio y sin retorno. Pasó a llevar vida “disoluta” (entregado con facilidad a lo contrario a la moral es lo que significa, anotamos nosotros) escribió con franqueza el riguroso periodista e historiador eclesiástico y religioso Fidel Araneda Castro.

El mismo autor, eclesial y riguroso en sus estudios,  “sin anestesia”, indica, además, que Henríquez había sido “de escaso espíritu sacerdotal” y “con mal criterio”. De todos modos, le reconoce como uno de los grandes patricios de nuestra Independencia.

Camilo Henríquez alejado de lo moral, ¿cómo es eso?

No he dado con información más amplia a lo calificado por Araneda, pero me lo puedo explicar.

Camilo Henríquez pasó la última parte de su existencia viviendo secularmente, un ciudadano normal, alejado de lo ascético. Religiosos católicos de su época lo trataron como hereje, le dijeron de un cuanto hay por sus opiniones, entre otras, científicas. Lo descalificaron totalmente, cuando, por ejemplo, Henríquez señaló por la prensa que los terremotos tenían una explicación geológica y que no eran castigos divinos.

Y…nada menos, hizo algo muy vigente en los días de hoy. Se menciona que tuvo convivencia (espantoso para el fervor católico de esos años) con la dama santiaguina Trinidad Gana. Ella, también le cuidó en enfermedad (murió por una tuberculosis). Camilo Henríquez le dejó a doña Trinidad, testamentariamente,  sus escasos bienes.

A propósito: en su testamento (conservado en los archivos nacionales) dictado por él mismo,  Henríquez solamente es registrado con su nombre y el apelativo de doctor (también fue médico), nada más. Eso es en todo sentido, una expresión última de su voluntad y de reconocimiento de cómo se veía y sentía a sí mismo, en lo formal y en lo perceptivo, una persona común, un ciudadano. En el testamento, a la vez, expresó morir como un creyente católico, un acto de reconciliación espiritual de su parte.

PLACAS ERRÓNEAS

¿Existe un mito o error ciento por ciento valdiviano?

El de la casa en que nació. Existen dos placas metálicas conmemorativas, puestas en el edificio (construcción vigente) en el cual funcionó por décadas el diario El Correo de Valdivia, calle Yungay N°756 (ahora Juzgados de Policía Local), próximo al Torreón de Los Canelos.

Eso es un exceso de entusiasmo recordatorio y falta de confirmación de las fuentes, error que se perpetúa.

No existen antecedentes fidedignos de que allí estuvo la casa natal de Camilo Henríquez y el historiador Gabriel Guarda anotó que, en todo caso, la residencia existió a bastante distancia de allí.

Sabemos que Camilo Henríquez nació en Valdivia (20 de julio de 1769), personalmente lo verificamos en su inscripción parroquial. Eso sí, de temprana edad, niño todavía, su existencia pasó a transcurrir fuera de nuestra ciudad.

UN  “DESAPARECIDO”

De sus hallazgos sobre este gran valdiviano, ¿Cuál le impresiona más?

¡No tiene tumba!  Es un “desaparecido”. Un desaparecido doble, pues luego del derribo atentatorio de su busto, por ahora su estatua continúa ausente en nuestra Plaza de la República.

No he podido dar con el lugar donde descansan sus restos. Biográficamente se sabe que murió en Santiago el 16 de marzo de 1825 y lo sepultaron en el Cementerio General capitalino.

Mi amigo, el investigador histórico Ricardo Bustos Castillo (actualmente fallecido) me comentó haber buscado la tumba de Henríquez, sin hallarla. Hasta acudió a iglesias en la que descansan para la eternidad, personajes y ciudadanos, del siglo XIX. He estado haciendo igual periplo con el mismo resultado, siendo yo más “inquisidor” todavía.

En el Cementerio General –acudí personalmente en acción indagatoria- y constaté que lo exhibido como sepultura de Camilo Henríquez, es un simple monolito recordatorio. Los registros de su inhumación… ¡oh!.. no están, como que se “hicieron humo”. Raro, misterioso, descuido,  ¿conspiración?

Desde esta perspectiva, en cuanto al descanso eterno del más ilustre valdiviano histórico, me sigo preguntando y buscando…”¿dónde está?”

ROL NOTABLE Y “AL CESAR…” 

¿A Camilo Henríquez se le debe todo en el surgimiento de la prensa en Chile?

¡Harto! Sin duda tuvo un rol destacadisimo en el inicio de la prensa en Chile, primer director y redactor, notable, para lo que poseía condiciones excepcionales en ese tiempo. Bien “incendiario”, sí; en varios de sus escritos sacaba ronchas. Hasta lo censuraron.

También nobleza, justicia y el “dar al César lo que es del César”, obliga. A “hacer lo correcto” nos diría el sabio Confucio. Entonces recordamos.

La “Aurora de Chile”, el primer periódico en la historia del país,  surgió desde el Gobierno, con propósitos de difusión de las ideas de la Independencia y de las acciones de sus autoridades. En 1812 tuvo una participación crucial el prócer Don José Miguel Carrera como gestor político-administrativo. Dirigía el país.

¿Quiere decir que el nacimiento de la prensa en Chile fue un proyecto gubernamental?

Así es. La creación de la prensa nacional fue un acto de Gobierno, en última instancia del naciente Estado de Chile, durante la Patria Vieja. Requirió de un importante esfuerzo económico (se importó una imprenta, que venían con sus técnicos) y pago de “staff”, especialmente la remuneración de Camilo Henríquez.

Es bien poco conocido que el prócer Carrera tuvo en gran valor a la prensa como elemento de acción política y guerrera. Especulamos –de mi parte, Abel Manríquez Machuca- que esta inclinación le debió comenzar de cuando fue militar en España y participó en acciones de choque contra el ejército invasor napoleónico. (Bueno, Napoleón mismo parece que llegó a escribir las propias descripciones de sus batallas para publicar en las gacetas de Francia).

Don José Miguel Carrera, en sus posteriores luchas y tribulaciones, utilizó inteligentemente los medios escritos, siendo redactor si era el caso, para defenderse y atacar a sus adversarios. Es decir, utilizó la Espada y la Pluma en sus contiendas. En su paso por los Estados Unidos de América le brindó “asesoría” un periodista que simpatizó con él.

Quizás cada 13 de febrero quedamos algo en deuda con él –llamado por Neruda- “Príncipe de los caminos”.

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